Ningún animal tiene tantos sobrenombres siniestros como la orca. Los latinos la llamaban “el horrible monstruo de los mares”; más tarde los marinos la nombraron “el lobo”, “el leopardo”, “el asesino”. Los ingleses la denominan Killer Whale, que significa ”ballena asesina”, pero se sabe que hoy día se pueden llegar a domesticar y son la atracción de miles de personas en los más importantes acuarios del mundo. La orca no es un pez, sino un cetáceo perteneciente a la familia de las marsopas y los delfines, pero con la diferencia que es el más inteligente.

En nuestros días no se ignora nada de la ballena; los especialistas pueden describir incluso hasta la forma en que nacen en las aguas tropicales. En cambio, la orca no ha entregado los misterios de su vida. Este cetáceo pelágico casi nunca se deja capturar ni observar. Aunque hay algunos acuarios del mundo que han criado orcas en cautiverio desde pequeñas, sus hábitos difieren a las que habitan en mar abierto.

De sólo ver el cuerpo de una orca se puede apreciar la fortaleza de este animal. Su cabeza cónica y hundida, y sus vértebras menos salientes, robustas, le proporcionan una silueta diferente en cuanto a los otros miembros de la familia de cetáceos. El hocico difiere igualmente, permitiéndole penetrar el agua a enorme velocidad. Pero es principalmente su silueta y configuración lo que hace de la orca el más hermoso espécimen marino.

Mientras que el delfín común mide generalmente dos metros y medio, la “orca asesina” alcanza a veces más de diez metros de longitud.

Cuando la orca nada la pueden confundir con algunos grandes tiburones, pero solamente al principio. En general, la orca llega a la superficie del agua dejando sobresalir su cabeza y una parte de su lomo. Se sumerge y vuelve después a tomar aire libre, siendo su respiración fuerte y fétida.

Las orcas suelen nadar en grupos de tres y lo hacen de manera tan uniforme que aparecen y desaparecen, sugiriendo la idea de un mismo animal con varias aletas dorsales. Este animal con su mandíbula poderosamente armada de dientes cónicos –doce o trece pares a cada lado-, no se deja ver casi nunca en nuestra costas, aunque frecuenta todos los mares abiertos de Europa, los océanos Atlántico, Pacífico, Indico y Ártico. Las orcas son muy voraces: se ha podido encontrar en el vientre de una de ellas los restos de catorce focas. Nada les hace temer ni les inquieta, ni siquiera el animal más grande de todos los tiempos: la ballena azul. ¿Qué puede hacer la ballena contra la orca, sino saltar fuera del agua y caerle encima?

Si la orca está sola el efecto es aterrador y la orca no insiste. Pero si está acompañada es muy raro que no se lance al ataque con sus compañeras. Entonces la ballena, mordida, atacada por la cola y la cabeza, se siente agotada y vencida, produciéndose enseguida un espantoso despedazamiento.

La muerte de las orcas es un misterio. No hay otros animales marinos que se atrevan a atacarlas para matarlas. Pero se supone que, al final de su vida tumultuosa y feroz, la orca procede como esos seres que no quieren darse por vencidos y mantienen su espíritu voraz y retador hasta el último momento. Llegado éste, escogen un sitio secreto para morir tranquilamente.